-¿Podría ser en este lugar?
Willy Feoso nació en un país bananero, en un pueblito más bananero aun que el propio país.
Tuvo la suerte y la desgracia de ser hijo único, ya que como todos saben, este hecho tiene sus pro y sus contras. En su caso particular, recibió todo lo negativo de dicha situación.
Sus padres eran ya mayores cuando lo concibieron, y conformaban un matrimonio plagado de infelicidades. El padre, Aniceto, era un humilde obrero dominado por su esposa, la cual siempre le recriminaba que todo lo que tenían se lo debían a la caridad de su familia, ya que él era un don nadie. Él nunca fue capaz de imponerse, aun sabiendo que el escaso patrimonio de su familia política había sido obtenido mediante estafas y expropiaciones dolosas.
Rosa, la madre de Willy, tomó su educación en forma exclusiva, sobreprotegiéndolo de una manera agobiante, haciendo de él un niño introvertido, cobarde, sin amigos, incapaz de tomar decisión alguna, y terriblemente infeliz. Claro que la única figura masculina, su padre, prácticamente no existía. Sólo la enfermiza obsesión de su madre, agravada por la influencia que ejercían sus dos tías -una abogada y lesbiana, la otra parásito de la familia y alcohólica-; y su abuela materna, una anciana autoritaria, que detestaba a la madre de Willy porque no había podido mantenerla soltera como a las otras hijas. Todas mujeres con algún tipo de problema psiquiátrico. Triste destino.-
¿Podría ser en este lugar?
Durante su educación primaria y secundaria sufrió el rechazo de sus compañeros hacia sus actitudes, siempre emparentadas con el aislamiento. Las pocas veces que salía de él, era para acusar de alguna travesura a sus camaradas de estudio ante los docentes. Nada podía confiársele, ya que todo iba a parar a los oídos de maestros y profesores. Para colmo de males, concurría a un colegio católico de costumbres más propias de la época de la inquisición que de la actualidad, donde estas prácticas delatoras eran muy bien vistas por los sacerdotes que lo dirigían.
Willy vivió una niñez sin niñez y una adolescencia sin adolescencia. Nunca le hacían faltar nada, y tenía lo que necesitaba aun antes de pedirlo, lo que lo transformó gradualmente en un perfecto inútil.
Finalmente, llegó el momento de planificar su educación universitaria, y en esto también privó la influencia de la familia materna: sería abogado como su tía Palmira. Una carrera fácil de estudiar para alguien con pocas luces.
Aprovechó la circunstancia de tener que estudiar en la capital para tratar de independizarse un poco, y se fue a vivir solo. Intentó armarse de un grupo de amigos, pero ya era tarde para remontar su debilitada personalidad y su frágil carácter. Muy pronto fue el "punto" del grupo, el "pajuerano" entre los capitalinos, que lo despreciaban y lo utilizaban para que pagara los gastos de las juergas.
Destruido, volvió a la casa de sus padres, y continuó estudiando mientras trabajaba en el estudio de la tía Palmira, que lo tenía como mandadero, y donde fue aprendiendo la parte más vil de la profesión, de acuerdo al manejo de los casos que hacía su pariente, en connivencia con el juez de paz del pueblo. Pueblo chico, infierno grande.
-¿Podría ser en este lugar?
Al fin se recibió de abogado, y creyó que había llegado el momento de asociarse con su tía. Sin embargo, ésta no lo tuvo en cuenta en absoluto, y continuó siendo el pinche del estudio. Con algunos ahorros que tenía volvió a la capital a tentar suerte, esta vez en su profesión. Alquiló un departamentito de un ambiente en un edificio de oficinas cerca de los tribunales, y allí montó un precario estudio. Nuevamente la capital le fue esquiva, y al poco tiempo debió cerrarlo para continuar trabajando de pinche en su pueblo.
Entretanto, había conseguido ponerse de novio con una chica poco agraciada de su pueblo, cuyo único interés se centraba en casarse con este estúpido muchacho que alguna vez heredaría las propiedades de la familia, y al que le era infiel permanentemente, para suplir la insatisfacción que la inexperiencia sexual de él le ocasionaba.
-¿Podría ser en este lugar?
Un buen día, Willy decidió participar en política, ya que creyó que ese sería el medio adecuado para sobresalir, para tener poder, para conseguir de una buena vez ser reconocido y respetado.
La educación que había recibido lo había vuelto resentido e incapaz de aceptar la libertad y la diversidad de opiniones que respiraban los grandes partidos nacionales. Por lo tanto, optó por alinearse en un partido local que estaba formado por antiguos funcionarios de distintos gobiernos de facto que habían gobernado el país en un pasado reciente. Pensó que por fin sería alguien, que de la mano de esos hombres de actitudes rígidas e intolerantes, podría algún día ejercer el poder y vengarse de todos aquellos que lo habían despreciado.
Cuán lejos estaba de la verdad. Aquellos hombres a los que él admiraba casi homosexualmente, no fueron diferentes al resto. Le dieron un cargo dentro del partido, pero en la práctica lo utilizaban para que ponga su matrícula de abogado al servicio de las patrañas de los ediles leales y sus negociados, y para pegar afiches de campaña en épocas de elecciones.
-¿Podría ser en este lugar?
Al poco tiempo su padre murió tan ignorado como había vivido. El corazón lo traicionó mientras dormía, y su mujer sólo se dio cuenta cuando después de sacudirlo violentamente para que se despierte y vaya a trabajar, él cayó de la cama sin una sola queja. Como había vivido.
A los pocos meses, su madre, ya totalmente desequilibrada mentalmente, fue internada en un manicomio por su hermana Palmira (la otra ya había muerto en un accidente de tránsito debido a su alcoholismo), sin permitirle a él la menor opinión al respecto.
Después de digerir la muerte de su padre y la internación de su madre, se casó con su novia. El matrimonio duró apenas dos años, tiempo suficiente para darle el apellido a un niño que siempre creyó que era su hijo, pero que en realidad tenía como padre a uno de los tantos miembros del partido que frecuentaban su casa para las reuniones políticas. Como suele suceder en estos pueblos, la actitud licenciosa de su esposa era conocida por todos menos por él, hasta que un día la encontró acostada en su propia cama, con un compañero de la asociación católica en la que ella participaba.
Se fue a vivir solo a la casa paterna, dejó de frecuentar el partido y abandonó el trabajo en el estudio de su tía.
Un año después, la tía Palmira lo fue a visitar, no por amor ni añoranza, ni siquiera por cortesía, sino para tratar la venta de la casa y hacer el reparto de bienes. Lo encontró sentado en el inodoro, muerto. La policía dijo poco después que debía llevar casi un año fallecido. Lo que nadie pudo explicar es por qué el cuerpo estaba casi intacto, y los gusanos, las ratas y los distintos insectos que habitaban la casa y que suelen adueñarse de los cadáveres, no se habían acercado a éste. Es más, se pudo comprobar que hacían todo lo posible por esquivarlo.-
¿Podría ser en este lugar?
-No creo que haya inconvenientes, señorita, -le respondió el administrador del cementerio a la desconsolada muchacha-. Su madre puede descansar en paz en este lugar. En realidad, en esta parcela hay enterrados unos restos, pero la verdad es que no sabemos a quién pertenecen.
viernes, 4 de abril de 2008
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